Superillas para una ciudad mas habitable

Xavier Bustos Serrat y Nicolas Regusci

Considerando el peso demográfico que soportan las grandes urbes y los altos niveles de contaminación ambiental, amplificados por el cambio climático, parece incuestionable que las ciudades deben transformarse hacia un futuro más verde. Necesitamos re-naturalizar las ciudades si queremos seguir viviendo en ellas y no morir en el intento. Y Barcelona propone un modelo en ese sentido.

La ciudad en transición

La estructura urbana que define Barcelona es la ideada por Ildefons Cerdà el año 1859, conocida como Eixample, y planificada como una nueva trama ortogonal de calles amplias, modernas, que conectaba el centro histórico compacto y muy densificado con el conjunto de poblaciones residenciales de las afueras, con la voluntad de conseguir una ciudad más saludable e igualitaria. Este planeamiento dotaba a la ciudad de una red de calles horizontales y verticales, con una estructura de manzanas abiertas, una gran provisión de espacio verde de 767 ha y una densidad de población no demasiado elevada.

Pero con el paso de los años y la especulación incesante, la densidad ha crecido en exceso, los interiores de manzana han perdido el carácter público en su inmensa mayoría y el aumento del uso del coche privado, con una ocupación del 50% del espacio público, nos ha llevado al límite, provocando unos niveles de contaminación atmosférica y acústica muy perjudiciales para la salud y del todo insostenibles. Si a esto le añadimos un ratio bajísimo de verde público de 7 m2 por habitante en 2017, la necesidad de priorizar el transporte público, el uso de la bicicleta y el espacio peatonal es evidente. La cuestión de fondo, que genera controversia, es el modelo urbanístico para conseguir una ciudad más saludable.

El primer proyecto de pacificación en Barcelona fue la peatonalización, en 1973, del eje comercial más importantes de Ciutat Vella, el Portal de l’Àngel, que tuvo efecto dominó en otras calles del casco antiguo, pero que no estuvo exenta de polémica y el rechazo masivo de los comerciantes, que veían en aquella operación urbanística la desaparición del comercio motivada por la desaparición del automóvil. Nada más lejos de la realidad.

Posteriormente, desde 2005, otras operaciones importantes consistieron en la transformación radical de la movilidad rodada en el barrio de Gracia, la pacificación de centros históricos en barrios periféricos o la recuperación continuada de interiores de manzana como espacios públicos en la trama del Eixample.

#superillapilot como laboratorio urbano

A partir de 2012, motivado por informes que alertan de índices de mortalidad directa causada por la contaminación en la ciudad, se toma consciencia de la necesidad de actuar y, tras diversas propuestas de trazado de ejes verdes, se plantea nueva idea de Superilla, que consiste en la agrupación de nueve (3x3) manzanas del Eixample en una supermanzana, peatonalizando las cuatro calles interiores, dos verticales y dos horizontales, así como los respectivos cruces de éstas, generando unos 25.000m2 de nuevo espacio público para el disfrute ciudadano, formado por cuatro ejes verdes y cuatro plazas, a modo de #.

Con la voluntad de aplicar este modelo, en 2016 se realiza una primera experiencia piloto en el barrio de Poblenou, que reúne las dos condiciones ideales para un test urbano de este tipo: mantiene la trama del Eixample y se trata de una zona con poca densidad. Con la complicidad de Ayuntamiento, Agencia de Ecología Urbana, asociaciones locales y el colectivo de profesores CTPA (Confederación de Talleres de Proyectos de Arquitectura) se coordina a más de 200 estudiantes de arquitectura de diversas escuelas que proponen acciones tácticas y reversibles en las cuatro intersecciones, en un ejercicio sin precedentes en nuestra ciudad, mostrando un abanico de posibilidades de programas, ocupación y uso del espacio público, que posteriormente se desarrollará por parte de técnicos municipales.

urbanismo táctico

Tras el debate generado entorno a la #superillapilot, y asumiendo las críticas de algunos colectivos, en 2018 se decide dar un paso adelante y actuar en una zona de alta densidad del Eixample, aprovechando la necesidad de activar el entorno del renovado Mercado de Sant Antoni. El resultado es espectacular, con un total de 23.700m2 de nuevo espacio público, desarrollado de una forma inteligente por Leku Studio, y ejecutado de manera rápida, flexible, económica y reversible, con definición de ámbitos mediante un código de colores en el pavimento, la colocación estratégica de un mobiliario urbano básico, como bancos, mesas y jardineras. Automáticamente se produce una ocupación y apropiación del espacio por parte de los vecinos, que muestra el éxito de la propuesta, deviene viral, y legitima al gobierno municipal a extender este sistema en otras zonas de la ciudad, sin demasiado miedo a equivocarse.

ejes verdes y plazas

A partir de la experiencia acumulada, se inicia una nueva etapa de transformación sistémica y de racionalización de la movilidad y jerarquización viaria, potenciando una serie de ejes verdes y plazas mediante la convocatoria en 2020 de dos concursos de ideas para definir un nuevo modelo de calle, centrado en el eje horizontal de Consell de Cent y en tres verticales, Rocafort, Borrell y Girona, así como de cuatro plazas en las intersecciones, con el objetivo final de conseguir 21 calles verdes y 21 plazas nuevas en diez años, que supone actuar en 33 km lineales de calles, con un incremento de 334.750 m2 de espacio público y 66.000 m2 de zonas verdes.

De entre los proyectos presentados, bajo la premisa de poner al ciudadano en el centro, estimular el comercio de proximidad y potenciar el aumento de la vegetación, resultó ganador el equipo liderado por Cierto Estudio, con una apuesta por el libre movimiento de las personas sobre una plataforma única, generando relaciones transversales entre las fachadas, la convivencia con el acceso rodado de servicios, maximizando la vegetación y apostando por pavimentos permeables, convirtiendo así todo el espacio en un lugar para estar, que servirá de modelo para la transformación del resto de calles.

En este caso, el proyecto construido nos desvela dos situaciones interesantes a nuestro modo de ver. Por un lado, que se premió una propuesta muy potente pero que se diluye en cierto modo en su ejecución, con soluciones urbanas interesantes como la vegetación próxima a las fachadas, o los pavimentos permeables, que desaparecen finalmente por motivos normativos o por costes elevados de mantenimiento. Y por otro lado, que el sólo hecho de eliminar el tráfico rodado en una calle y re-naturalizarla, invita al peatón a ocupar el nuevo espacio público, los comercios incrementan su actividad, el lugar adquiere un carácter doméstico y la socialización entre sus usuarios resulta una consecuencia natural.

En el caso de las plazas, destaca la que se crea en la intersección con Rocafort, proyecto desarrollado por el estudio 08014, que propone un jardín desde una serie de parterres de formas irregulares y topografías suaves, que desdibuja la geometría original, donde crece la vegetación y se favorece el libre deambular por caminos de pavimento filtrante, con cambios de dirección que permiten reconocer la dimensión de un espacio que, aunque se repite en todas las intersecciones del Eixample, nunca se percibía desde el centro, por ser un espacio reservado a la circulación de vehículos.

futuro incierto

Como apuntábamos al inicio, toda operación de transformación urbana genera controversia y, en el caso concreto de las superillas, expertos de prestigio apuestan por este modelo desplegado en los últimos años en sus diversas variantes, pero también es cierto que los hay contrarios a estas propuesta, que vislumbran consecuencias negativas como el incremento del tráfico en las calles no pacificadas, la gentrificación que sube el precio de la vivienda en las zonas transformadas o incluso una cierta perversión de la idea original de Ildefons Cerdà. Otros tantos apuestan por modelos más homogéneos como eliminar un sólo carril rodado en todas las calles e implementar progresivamente pavimentos permeables en toda la ciudad. Esto nos muestra que no hay una única manera de pacificar la ciudad y que no se trata de blanco o negro cuando se trata de una transformación urbana profunda. Pero sí parece claro que hay que actuar, en un sentido o en otro, con los matices necesarios, según el modelo escogido, porque todos los ciudadanos ganamos.

Como pasa tantas veces con las decisiones políticas sobre la planificación de la ciudad, nunca hay pleno consenso sobre cómo debe actuarse con la vista puesta en el futuro y priorizando el interés general, y con el relevo que se ha producido en el gobierno municipal, la continuidad de las superillas en Barcelona es del todo incierta. Será interesante ver qué pasa en los próximos años y cual será el modelo escogido para conseguir una ciudad más humana, saludable y confortable teniendo en cuenta que ya han pasado cincuenta años desde aquella primera actuación polémica en Portal de l’Àngel.

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